miércoles, 29 de junio de 2016

El pensamiento de José Antonio como alternativa a la Globalización.


Por Pedro Miguel López Pérez, sociólogo.

Es en el ocaso del siglo XX, concretamente a finales de los 80 y principios de los 90, cuando Fukuyama anuncia el fin de la Historia. Esa afirmación no es ni más ni menos que la excusa perfecta para que los creadores de opinión del sistema liberal-capitalista anuncien a bombo y platillo la victoria rotunda de sus postulados. Es la instauración del denominado “Nuevo Orden Mundial”. Todo ello da lugar a la acuñación de un término nuevo: globalización. Que no es otracosa más que la homogeneización de los valores y patrones de conducta de la única gran superpotencia actual, los Estados Unidos de América.

Esta globalización viene caracterizada, principalmente por:

- El extraordinario avance de las comunicaciones y las innovaciones científicas y técnicas. La informática y el transporte han reducido drásticamente el tiempo necesario para transmitir información, bienes, servicios, personas y recursos a cualquier parte del globo.

- La liberación económica, que debilita y rompe las fronteras entre los países, reduciendo la capacidad de los gobiernos para regular la actividad económica de un modo acorde con
los intereses de cada nación.

- Pérdida de identidad nacional y soberanía de los pueblos.

- Difusión generalizada, a escala planetaria, del neoliberalismo o pensamiento único, como ideología legitimadora del proceso globalizador.

El ámbito financiero es quizás aquel en el que la globalización se ha hecho más palpable, pero también en el que los efectos positivos y negativos de la misma contrastan más vivamente. Se producen movimientos de miles de millones de dólares por todo el mundo en cuestión de minutos, pero al mismo tiempo continentes enteros quedan excluidos de esos flujos. Esta globalización está teniendo efectos muy desiguales para ricos y pobres, para capital y trabajo.

Fruto de los factores citados, los voceros del nuevo orden mundial se encargan de extender la idea de que el proceso de globalización es imparable. Anuncian que el nuevo liberalismo
económico ha triunfado sobre cualquier otro planteamiento sociopolítico o económico. Que dicho neoliberalismo es la única vía, y que cualquier país que pretenda desarrollarse debe cumplir una serie de exigencias y requisitos en teoría iguales para todos.

Pero esa globalización económica y financiera de corte neoliberal, que se nos presenta como la única posible e inevitable, está teniendo efectos muy desiguales, por eso surgen voces o movimientos que plantean alternativas a ese proceso globalizador neoliberal. Entre estas
alternativas, podemos destacar el planteamiento de José Antonio Primo de Rivera, quien desde el primer momento, en el desarrollo de su teoría política se posicionó claramente frente al liberalismo: “el liberalismo tuvo su gran época, aquella en que instala a todos los hombres en igualdad ante la ley, conquista de la cual ya no se podrá volver nunca atrás. Pero lograda esa conquista y pasada su gran época, el liberalismo empieza a encontrarse sin nada que hacer”. En esta misma línea, José Antonio lleva su ataque al liberalismo hasta el punto de afirmar: “unos
señores se habían reunido en un salón y habían escrito unas cosas por virtud de las cuales ya erais todos hombres libres. Libres y soberanos. Pero vuestra libertad consistía en que aquellas cosas escritas en un papel os autorizaban a hacerlo todo. Os autorizaban (...) a escribir cuanto os viniera en gana; sólo que el Estado no se preocupaba de enseñaros a escribir para que pudierais ejercitar ese derecho. Os autorizaban a elegir libremente trabajo; pero como vosotros erais pobres y otros eran ricos, los ricos fijaban las condiciones del trabajo a su voluntad y vosotros no teníais más remedio que aceptarlas o morir de hambre. Y así, mientras vosotros pasabais los rigores del frío y del calor doblados sobre una tierra que no iba a ser vuestra nunca, soportando la enfermedad, la miseria y la ignorancia, las leyes escritas por gentes de la ciudad os escarnecían con la burla de deciros que erais libres y soberanos”.

La globalización económica y financiera ha ido acompañada de una intensa actividad especulativa que crea incertidumbre en el área de cambio, desvía capitales que deberían ser aplicados en el desarrollo humano, alimenta las tendencias inflacionistas y limita la capacidad del sector público de conducir políticas monetarias y fiscales eficaces. La mayor parte del flujo especulativo de los
mercados bursátiles no corresponde a ningún intercambio real de mercancía, sino a la búsqueda de beneficios financieros inmediatos, en su mayoría bastante considerables. Esta evolución conlleva una gran inestabilidad en el sistema monetario y conduce a una sucesión de graves y contagiosas crisis económicas. Crisis provocadas, en no pocas ocasiones, por los planes de ajuste estructural y las políticas económicas diseñadas por organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que reflejan con toda claridad los valores y las formas dictatoriales de los actuales gestores del capitalismo. Estas instituciones se han convertido, poco a
poco, en auténticos gobiernos mundiales en la sombra que, fuera del control democrático,
imponen en el ámbito planetario políticas sangrantes, pasando por encima de las instituciones parlamentarias y de gobierno para evitar el control y la crítica de la sociedad civil y las manifestaciones de oposición. Nuevamente aquí surge con fuerza la voz alternativa de José Antonio Primo de Rivera, quien en una conferencia pronunciada en el Círculo Mercantil de Madrid, el 9 de abril de 1935, afirmaba rotundamente que el capitalismo financiero fracasó de dos
maneras: “primero desde el punto de vista social, después desde el punto de vista técnico del propio capitalismo”. El mismo José Antonio comentaba que era de prever la quiebra social del capitalismo. Lo que era menos de prever era que tuviera también una quiebra técnica, ya que el capitalismo en cuanto vienen las épocas de crisis acude a los auxilios públicos, así hemos visto cómo las instituciones más fuertes se han acogido a la benevolencia de los estados, o para solicitar protecciones arancelarias o para obtener auxilios en metálico. “El capitalismo tan desdeñoso, tan refractario a una posible socialización de sus ganancias, en cuanto vienen las cosas mal es el primero en solicitar una socialización de las pérdidas”.

Además de las deficiencias anteriormente señaladas, el actual modelo socioeconómico, impuesto a través del proceso de globalización, resulta ecológicamente inviable. El uso masivo de energías fósiles no renovables en la base del proceso de producción y la distribución a gran escala tienen un gran impacto ecológico a través de las crecientes emisiones de gases contaminantes, que afectan de manera clara al equilibrio de los ecosistemas a través de procesos como el cambio climático y ponen en peligro la vida futura del planeta.

Por todo ello y firmemente convencido de la vigencia y actualidad del pensamiento joseantoniano, considero que éste presenta una alternativa seria al actual proceso de globalización económica de corte neoliberal. Son necesarias nuevas reglas para el comercio internacional. Las instituciones
financieras mundiales deben reformarse para controlar la especulación. Es necesario revisar la globalización financiera, porque hay casos en los que se ha ensanchado la brecha entre ricos y pobres. Los ricos cada vez son más ricos y los pobres son cada día mucho más pobres. A modo de ilustración valgan los siguientes datos recogidos en el Informe sobre Desarrollo Humano 1998 elaborado por PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo): - el gasto militar en el
mundo asciende a 780.000 millones de dólares, mientras que el agua y saneamiento para toda la humanidad constituiría un gasto de 9.000 millones de dólares; - conseguir enseñanza básica para toda la humanidad supondría 6.000 millones de dólares, por el contrario sólo en Estados Unidos el
gasto en productos cosméticos supera los ocho mil millones de dólares; la salud y nutrición básicas para todo el género humano costaría unos trece mil millones de dólares, mientras que el consumo de drogas estupefacientes en el mundo supera con creces los trescientos millones de
dólares, etc.

Motivos todos ellos, más que evidentes, para abogar por una alternativa real al actual proceso de globalización económico-financiera. Desde las tesis filosófico-políticas de José Antonio es
necesario:

- Llevar a cabo una globalización de la conciencia humana, cuyo objetivo a largo plazo sea reintegrar la economía en el ecosistema social, nacional y global, convirtiéndola en medio, y no en fin, para generar bienestar a todos y cada uno de los ciudadanos.

- Colocar al ser humano en el centro de la praxis del desarrollo exige la adopción de nuevos valores y conceptos, que fundamente actitudes y comportamientos e inspiren nuevas expectativas en todos los niveles de la existencia humana. El ser humano debe dejar de ser concebido como un individuo aislado y en competencia permanente con los otros, para pasar a ser visto como un ser en relación, consciente de los desafíos comunes a enfrentar y de una existencia común a compartir (lo que entronca perfectamente con la concepción humanista del pensamiento joseantoniano).

- Limitar el espacio de mercado global, crear y recrear entidades regionales e internacionales efectivamente democráticas y orientadas por el espíritu público. Enfriar la sobre-competitividad mundial. Dirigir con justicia y equidad los flujos migratorios. Proteger
el desarrollo sostenible del Planeta. Superar la hegemonía del hemisferio norte sobre el sur. Establecer en las relaciones internacionales una ética de la corresponsabilidad, de la colaboración y de la solidaridad.

- La cooperación internacional al desarrollo debe sobreponerse a los intereses particulares, garantizando la equidad y el equilibrio en el reparto de la riqueza y el trabajo.Como vemos no es poca la tarea a realizar. El pensamiento de José Antonio puede y debe aportar soluciones. En las líneas anteriores creo haber demostrado, aunque sólo sea mínimamente, que los joseantonianos tenemos aún mucho trabajo por delante, máxime teniendo en cuenta – y esto ya lo he repetido hasta la saciedad – que la más alta tarea moral que tenemos encomendada es “Desmontar el Capitalismo”. En nuestras manos está. Podemos ponernos manos a la obra o posponer una y mil veces más la revolución, perdiéndonos en supuestos debates éticos, estéticos y hasta teológicos. El tiempo pasa inexorablemente y la revolución sigue pendiente. Es una lástima, porque estamos hablando de la única revolución que de verdad merece la pena: la revolución de la Paz.



El presente artículo es un resumen de la ponencia titulada “Análisis sobre la globalización desde el prisma ideológico de José Antonio” presentada por el autor en el Primer Seminario sobre el Pensamiento de José Antonio (recuperación y actualización de su idea), organizado por la editorial TARFE y celebrado durante los días 12, 13 y 14 de Octubre de 2001 en Poo de Cabrales (Asturias).

Fuente: Falange Auténtica.

Las dimensiones geopolíticas del Hispanismo.


Por Antonio Moreno Ruiz.

Hasta no hace mucho, “hispanismo” equivalía acaso a academicismo historiográfico y poco más. Pero gracias a Dios, eso ha cambiado. El término “hispanismo” cada vez adquiere un carácter más metapolítico, allende lo político y cultural sensu stricto. Es por ello que lo utilizamos y reivindicamos con mucho orgullo, sin “exclusivismos” ni sectarismos, como una sólida y justa apuesta de futuro, como el anhelo de la reunión de España en particular y la Hispanidad en general en base a un sistema de alianzas fundamentales (Tomando las palabras del brasileño Arlindo Veiga Dos Santos) que nos vaya uniendo más y mejor ante tantas dispersiones e incomprensiones.
Curiosamente (O no…), en nuestro tiempo defiende mejor el legado hispánico la escuela filosófica de Gustavo Bueno que muchos “curas frustrados” que nada entienden ni nada quieren entender. Por lo tanto, el hispanismo, si bien ha de defender la tradición a machamartillo, entiende el duro momento histórico que le ha tocado vivir y sobre esa difícil base se apresta a la pelea. Basta de discusiones bizantinas. De nada sirven los que aspiran a coronar tertulias y cafés. Abajo los más torpes obstáculos, los zánganos, los charlatanes, los que de verdad están muy cómodos con el sistema liberal; los que nada aportan ni nada quieren aportar. Esto hay que tomárselo en serio. Hay que trabajar y aprovechar al máximo las herramientas de las que disponemos, arrimándonos a las gentes de buena voluntad.
Escribiendo estas líneas desde una perspectiva española, nos apoyamos en el gran poeta vasco Ramón de Basterra, uno de los máximos exponentes del futurismo español, acuñó el término “Sobrespaña” (1) para explicar la proyección universal y la capacidad de dominio que España posee en sí desde tiempos antiguos, apoyándose mucho en la figura del emperador Trajano, nacido en Itálica, uno de los puntos neurálgicos de la Bética. Y curiosamente la Bética abarca parte de la territorialidad de Andalucía, desde donde se llegó a las Islas Canarias y luego a América. Es en Andalucía donde está el Estrecho de Gibraltar, el que, como decía el asturiano Juan Vázquez de Mella, era el punto más importante del planeta.
Ese término “Sobrespaña” me fue dando una idea y quise exportar hacia una “Sobreuropa” como ideal hispánico. Con todo, entrambos términos no dejan de ser problemáticos y sobre todo el segundo, y más con tanta ignorancia a la que hemos de enfrentarnos. Es por ello que, a causa de esta desorientación geopolítica, nos proponemos mejor el trazar las dimensiones irrenunciables de un hispanismo de futuro que se mire en lo mejor de su pasado, inspirándonos especialmente en la Sobrespaña de Basterra y en los Dogmas Nacionales de Vázquez de Mella.
Ante el desafío de la globalización y la calamitosa situación de España, oponemos un patriotismo renovador cimentado en lo irrenunciable y majestuoso de la tradición y en la justísima lucha social, frente a un mundo que se pudre entre el capitalismo salvaje y la pseudocultura progre.
Dirán que cómo vamos a pensar en nada estando en nuestras horas más bajas…. Pues por eso mismo. Hay que mover Roma con Santiago para devolver un orgullo que nunca se tenía que haber perdido. Nuestro frente es tricontinental: Europa, África y América. O mejor dicho: Nuestra Europa, nuestra África y nuestra América. Y nos explicamos:
El hispanismo ante Europa
Por supuesto que España tiene que tener voz y voto en Europa, pero definiendo su propia política europea.
Roma es nuestra Madre Patria, y por Roma nos definimos en lengua y derecho.
Con todo, la alianza diplomática, militar y económica con Portugal es urgente. Entrambas patrias entraron en Europa por la puerta falsa. Sus recursos fueron desmantelados y su independencia desapareció. Una vez más, nos vemos solos en el extremo occidente. Tenemos que estar juntos, pero no revueltos. No hay ansias anexionistas por ninguna parte, y esperamos que tampoco se reproduzcan los victimismos nacionalistas (2). Defendemos en este caso lo que expuso Ramiro de Maeztu en Defensa de la Hispanidad y António Sardinha en la Alianza Peninsular.
La lengua española es hablada por casi quinientos millones de personas en el mundo y la portuguesa por algo más de doscientos. Todos los continentes del planeta tienen algo de nuestra presencia. Desde España y Portugal hemos de asumir esa “capitalidad”, tomando el término del filósofo argentino Alberto Buela. Es hora de una entente real. Dándonos la espalda y peleados, y siguiendo antiguos tiempos en que franceses y británicos nos echaban a pelear como perros de presa, no conseguiremos sino hundirnos hasta desaparecer.
España, asimismo, debe proponer una alianza grecolatina al margen de Francia, país que se empeña en hacernos la vida imposible aun en nuestras horas más bajas, y que sigue manteniendo una política descaradamente colonialista y enemiga de nuestros intereses. Los envites del capitalismo se están cebando contra Grecia e Italia. Debemos aliarnos y formar un bloque económico que asimismo, sirva para reivindicar nuestro legado clásico frente al barbarismo anglosajón impuesto en especial desde el siglo XVIII, cada vez más trufado de sionismo.
Hemos de retomar la tradicional amistad con el pueblo irlandés, el cual, como nosotros, sigue invadido por el imperio británico. Muchos irlandeses emigraron y sirvieron a España principalmente a través del ejército, en especial desde los siglos XVII al XIX. Es una pena que los separatistas antiespañoles, tan pro-anglosajones (3) tradicionalmente, hayan logrado vender la moto a ciertos sectores marxistizados del nacionalismo irlandés. Pero poco puede durar eso. No es estable ni verdadero, y ahí entra nuestro combate. La hermandad natural y espiritual se recuperará.
En nuestros días, nos podemos ver en espejos como el pueblo húngaro, el mismo que salió a la calle a desafiar a los tanques soviéticos, y que no se deja amedrentar por el capitalismo tampoco. Su actividad política es toda una tormenta de buenas ideas y prácticas. El Jobbik, esto es, el Movimiento para una Hungría Mejor, es ilusionante. El pueblo húngaro, como el polaco, ha sufrido la tiranía de la hoz y el martillo y ahora el liberalismo desenfrenado se dispone a tomarlos como botín. Ojo con estos grandes pueblos, pues nuestro futuro inmediato tiene un rostro muy parecido, y hemos de trabar buenas relaciones para combatir con justicia y dignidad. Y en ejemplos de buen combate tenemos que mencionar a Francia, porque una cosa es la política antiespañola de la República Francesa, contra la que debemos prevenirnos y defendernos, y otra la capacidad de trabajo y organización que desde la Vandea ha dado muestras de heroísmo admirable, y siempre ha tenido a la España tradicional en consideración, demostrándolo en la hermandad del combate en nuestro propio solar, y en el suyo, en la acogida del combatiente español. Pueblo a pueblo se presenta diferente el panorama, gracias a Dios, y quiera que no, raro es el español que en su árbol genealógico no tiene un apellido francés y viceversa.
Asimismo, si hay alguna nación que por su posición geográfica, cultural y espiritual nos puede entender, es Rusia. Como Rusia, somos la periferia de Europa y hemos ejercido de baluartes de todo el Viejo Continente. Si España es la Espada de Roma, Rusia se considera la Tercera Roma. Nosotros herederos de la Roma Occidental, ellos de Bizancio. Arrastramos una injusta leyenda negra y sin embargo, hemos sido portadores y conservadores de una gran cultura. Rusia es Eurasia y nosotros podemos ser Euráfrica y Euramérica. Debemos establecer relaciones culturales de lo más variado hasta llegar a comprendernos más y mejor, tejiendo un asociacionismo constructivo y práctico. España debe defender sin fisuras la integración de Rusia en Europa, y debe combatir a aquellos que pretenden enfrentarnos con Rusia. Nuestra historia, nuestra idiosincrasia y nuestros intereses nos aproximan más de lo que creemos.
Basta ya de estar en Europa a tontas y a locas. Estemos, pero con dignidad y cabeza.
Es más: Cuando hablamos de “estar en Europa”, estamos hablando de una política geográfica. Porque nada es Europa sin la Cristiandad, sin esos baluartes de la santa cruz de Oriente y Occidente que la salvaguardaron. Por eso, no podemos ni queremos estar en una geografía sin espíritu que encima en nuestro propio suelo nos usurpa Gibraltar. Como decía Vázquez de Mella, nuestros intereses jamás podrán ir coaligados a los del imperialismo británico. Gibraltar nos lleva a la otra orilla y al otro mundo, y es eje de comunicación mediterránea. He aquí el alfa y omega de nuestra geopolítica. Gibraltar es nuestra Europa, nuestra África y nuestra América. Sin Gibraltar seguiremos en la nada…
El hispanismo hacia África
La presencia hispánica en el continente africano es milenaria e irrenunciable (4). Sin embargo, tanto España como Portugal fueron obligados a irse, aun de distinta forma; mientras que Estados Unidos, Francia y el imperio británico, a través de grandes multinacionales, tomaron la batuta absoluta. No olvidemos que hasta los años 70 se nos acusaba de “fascistas” (5) y atrasados. Sin embargo, a los años, estamos viendo la gran obra de los que actuaban en nombre de la libertad….
España y Portugal no debieron haberse marchado de África. No obstante, si bien los avatares de la historia son complejos, es a los hispanistas quienes nos toca la tarea de intentar recuperar el tiempo perdido. ¡Las Madeiras y las Canarias siguen mirando al continente! Ceuta y Melilla son irrenunciables. Asimismo, el pueblo español está muy concienciado con respecto a la causa saharaui.
Buena parte del pueblo saharaui, en especial la gente mayor, guarda muy buen recuerdo de España y si por muchos hubiera sido, no se hubieran separado, pues su forma de vida autónoma y nómada estaba bien protegida dentro de España, hasta que llegó el criminoso anexionismo marroquí y convirtió aquellas tierras en un infierno. Algo parecido ocurrió con Sidi Ifni, que al igual que el Sáhara y Ceuta y Melilla, jamás perteneció a Marruecos. Sus habitantes han ondeado la bandera roja y gualda en alguna que otra revuelta contra el centralismo de Rabat. Hemos de saber aprovechar estos buenos sentimientos y actuar. Tenemos que ir al asociacionismo, empezando por lo cultural. Como ejemplo, podemos mirar la inteligencia del asociacionismo social y patriótico en Italia.
Es vital entender nuestro papel en África. Romanos y godos lo entendieron, ¡y hasta los califas andalusíes! Y hablando de eso, contra el mito andalusí que introdujo el romanticismo del siglo XIX y dirigió para la política un Blas Infante que nunca fue escuchado ni amado por el pueblo, nuestra relación con África fue cada vez más estrecha hasta que llegó el islamismo y nos dividió. Están contando la historia al revés. Y encima, la oligarquía no para de favorecer el imperialismo marroquí, que lejos de contentarse con su brutalidad contra el Sáhara, apunta cada vez más hacia el norte, no sin francesas y norteamericanas complicidades.
Somos la parte inexpugnable de la Europa Occidental. Y somos Euráfrica, porque somos Europa en África y porque siempre existió un África española. Obviar esta realidad equivaldría a la amputación. Olvidarse de Ceuta es tan antiespañol como olvidarse de Madrid o Barcelona.
Asimismo, reconocemos, admiramos y estimamos el papel de Portugal en África y por justicia y gratitud hemos de colaborar estrechamente con los patriotas vecinos para reivindicar nuestro papel…
El hispanismo en Nuestra América
Decíamos que el hispanismo avanza hacia la metapolítica, y ello queremos consolidar. Por supuesto, ¿cómo obviar a la América Hispana y sumarnos al grito del mentado Alberto Buela contra “Latinoamérica”? Que no nos engañen más: No existe una “América Latina”. Históricamente no tiene base ninguna. La primera vez que se utiliza este sinsentido es con la administración de Napoleón III, concretamente a través del ministro Michel Chevalier (6). El imperialismo bonapartista se quiso apuntar el tanto y que Francia liderara a los pueblos “latinos”, sometidos a su política, por supuesto. La masonería hispanoamericana y luego la anglosajona lo acogieron muy pronto… ¡Y en nuestro tiempo la extrema izquierda más hispanofóbica, teledirigida por el chavismo, lo utiliza como un mantra! Pero no cuela… “Latino” es o bien el habitante del Lacio o bien el que demuestra mucha sabiduría del latín. En la América que fue española jamás se habló el latín, ni fue del Lacio el origen de su conquista y poblamiento. De Spanish America hablaron los ingleses hasta casi el siglo XX. En todo caso, “Iberoamérica”, aunque no del todo preciso, sería más justo. Pero a nosotros el que más nos gusta es América Hispana o Hispanoamérica. El más justo, el más histórico-tradicional y el que ha de tener mayor proyección de futuro.
Habrá quien crea que “hispanismo” continúa siendo un academicismo que rechazaría lo indio. Nada de eso. El hispanismo en América ni quiere ni puede ni debe excluir lo indígena, lo negroide o los distintos mestizajes. Es algo relativamente parecido al panarabismo, aquella corriente política surgida en especial tras la II Guerra Mundial con el anhelo de agrupar efectivamente a los países de lengua y cultura árabe, sin excluir los diferentes elementos que sobre esa base se nutrían: Beréberes, coptos, tuaregs, asirios, caldeos, negros… Con todos sus fallos, el panarabismo ha sido una apuesta bien sensata que acaso previó el reto de la globalización. A día de hoy, está sufriendo la enésima agresión del anglosionismo, que ha dirigido su terrorífica voracidad contra la República Árabe de Siria y su legítimo presidente Bashar Al Assad (7). Contra esta tremenda injusticia clamamos, apoyando a un pueblo bravo y culto que da ante el mundo una lección de dignidad, libertad y nobleza.
En América tiene aún mucho peso la Leyenda Negra que en su día esparcieron los liberales de entrambos hemisferios, ya fuera la oligarquía criollo-mestiza ya fuera el golpismo revolucionario español (Que contó con el apoyo de la gran mayoría de la nobleza). Asimismo, la esquizofrénica política española, donde un moro nacido en España es español de pleno derecho y a los nietos de españoles del Nuevo Mundo se les niega el visado no ha hecho sino abrir brechas. Es curioso que en el franquismo, el hispanoamericano fuera visto como un hermano (8) mientras que en la España progre se haya convertido en el “sudaca”. La serie “Aída”, perteneciente a la habitual telebasura de Telecinco, asentó el término “Machu Picchu” como denigratorio. Y luego llega el español a América y es el ladrón de oro que tiene la culpa de todo….
Y bueno, ¿cómo podrá ver el hispanoamericano a España, si es la “España oficial” la que desautoriza su hispanismo? Desde España se promueve y hasta se financia la Leyenda Negra. Es la España que pacta con el terrorismo separatista, la España dividida en taifas de caciques montando mitos contra sí misma, la España que se niega, la España que se regala a sus enemigos… La España que echa a sus hijos jóvenes del país y encima procura que los insulten en su tierra de acogida… Sin duda, el panorama es desolador. Sin embargo, hay esperanza. No hay mal que por bien no venga, y toda la fastuosidad de los bicentenarios de las “independencias”, así como el mentado encono chavista-indigenista, ha servido para que una conciencia crítica brote como un torrente ansioso. Esa conciencia crítica estaba ya en algunos historiadores hispanoamericanos. Colombianos como Pablo Victoria y Luis Corsi Otálora o argentinos como José Manuel González QEPD nos lo han testimoniado con brillantez. Antes que ellos desmontaran la idolatría oficial sobre las “independencias”, otras plumas brillantes bramaron contra la Leyenda Negra. En Hispanoamérica, la crítica es mayor y mejor que en la obnubilada España. Y de esa más que legítima conciencia crítica están surgiendo importantes inquietudes sociopolíticas que están empezando a asociarse. Ello tiene que cristalizar. El hispanismo, desde lo cultural a lo político y hasta lo metafísico si se quiere, ha de ser la gran bandera metapolítica de nuestro siglo. España y Portugal no pueden obviarlo. Antes de entrar en Europa por la puerta falsa, deberíamos haber construido un mercado y una alianza política y militar en América. Con esa fuerza deberíamos haber entrado en Europa, en todo caso. Asimismo, la América Hispana tendría voz y voto en el Viejo Continente. Se habría establecido un puente formidable: Euramérica. Al igual que el europeo nada puede en Asia sin el enorme hinterland ruso, y por eso justamente los rusos más cabales defienden el ideal de Eurasia, así tendría que ser el papel español y portugués para con el Nuevo Continente. En cambio, una ridícula e infame política de visados nos separa más y más desde la propia España… Pero es cuestión de tiempo que eso cambie. La nueva oleada migratoria de España al Nuevo Mundo hará entrar en razón a más de uno y a más de dos. Y las cosas pasan por algo. Estas migraciones pasan por algo. Si hubiera una gran alianza hispanoamericana, las políticas de inmigración ilegal-masiva con el subsiguiente tráfico de personas y beneficios de engañifas y mafias estarían mucho mejor controladas. El hispanismo está clamando por eso. Necesita organización, de principio a fin. América es su colofón, su más vasto campo de acción. Porque si en el hispanismo ante Europa nos situábamos en Gibraltar, no podemos olvidar que cuando decimos Gibraltar hemos de decir Belice, Malvinas o Guayana. El imperialismo anglosajón, ya sea británico o norteamericano, sigue con sus zarpas contra la Hispanidad. Desunidos y desorientados, nada podremos hacer. Bien confederados, seríamos una gran potencia y nuestra voz se escucharía por todos los rincones del mundo, sin nada que envidiar a la Commonwealth.
Sabemos que estas líneas pueden recrearse, reforzarse y hasta reinventarse. Con todo, subrayamos que estos tres frentes son vitales para comprender y alimentar el hispanismo. Así las cosas, tienes dos opciones:
-Venir con nosotros y al arquetipo hispánico de conquistador y misionero inyectar definitivamente una cultura de trabajo, esfuerzo, ahorro, mérito y sacrificio, teniendo sentido común, reconociendo el pasado y trabajando para el futuro frente a este presente tan oscuro.
O…..
-Quedarte en casa viendo la tele o no salir de elucubrar y criticar en el bar. En ambos casos, sábete cómplice de los enemigos de la Hispanidad
Notas
(3) Resulta tragicómico en nuestros días ver a Artur Mas apoyar la colonia narco-contrabandista de Gibraltar, donde la Thatcher asesinó a combatientes irlandeses. Es solo un ejemplo de los muchos con los que nos podríamos explayar.
(5) En el libro África, en busca de una identidad, el historiador angloamericano V. Ferkiss dice que Portugal es una dictadura fascista y lo llega a calificar hasta de peligro para la paz y el orden mundial… Curioso que dijera esto quien pertenece a la nación de la bomba atómica y que hoy está poniendo sus zarpas sobre Siria…. Sea como fuere, véase:http://poemariodeantoniomorenoruiz.blogspot.com/2013/06/mis-lecturas-africa-en-busca-de-una.html
(6) Para un análisis más completo sobre el término “Latinoamérica”, véase:
http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=18197
(8) El chileno Bobby Deglané, el peruano Kiko Ledgard o el cubano José Legrá triunfaron en la España de Franco y fueron acogidos como compatriotas, por ejemplo.
Fuente:

sábado, 25 de junio de 2016

La lucha anticapitalista es la lucha nacional.



Por Ramiro Ledesma Ramos.

Una minoría de españoles, agazapada en la gran propiedad territorial, en los bancos y en los negocios industriales que se realizan con el amparo directo del Estado, ha obtenido grandes provechos, explotando la debilidad nacional y enriqueciéndose a costa de las anomalías y deficiencias sobre que está asentada nuestra organización económica entera. Gentes, pues, para las que el atraso mismo del país es un medio magnífico de lucro.

No hay apenas grande ni pequeña industria. Nuestros campesinos, nuestra gran masa de labradores, sobre todo desde que se inició hace quince o veinte años en las zonas rurales una fuerte demanda de mercancías de origen industrial, han sido explotados vílmente, usurpándoles el producto de sus cosechas a cambio de productos supervalorizados, que ha hecho imposible en los campos todo proceso fecundo de capitalización.

Tenemos, pues, delante dos urgencias que sólo pueden ser logradas y obtenidas por medio de la revolución nacional: liberar la economía española del yugo extranjero, ordenándola con vistas exclusivas a su propio interés, y otra, desarticular el actual sistema económico y financiero, que funciona de hecho en beneficio de quienes se han adaptado, y hasta acogido con fruición, a nuestra debilidad.

Y naturalmente, sólo una España vigorosa, enérgica y libre puede disponerse en serio a la realización de tales propósitos. Los poderes económicos extranjeros —principalmente franceses e ingleses—, que dirigen hoy toda nuestra producción y todo nuestro comercio exterior, impondrán siempre en otro caso su ley y su voracidad a una España fraccionada, dividida y débil.

Las juventudes no pueden eludir esta cuestión ni hacer retórica nacionalista sin abordar de frente el problema social-económico, que hace hoy de nosotros un pueblo casi colonial y esclavizado. Actitud distinta sería demasiado grotesca, a más de imposible y radicalmente estéril. Si se está al servicio de los destinos nacionales de España, si se aspira con honradez a su grandeza y si se quiere de verdad hacer de España una Patria libre, una de las primeras cosas por las que hay que luchar es la de desarticular el orden económico vigente, que sólo favorece, repetimos, a unas audaces minorías, con absoluta despreocupación por los intereses verdaderos de la nación entera.

Extraído de su obra "Discurso a las juventudes de España".

domingo, 19 de junio de 2016

Una sociedad Sindicalista


Por Narciso Perales.

¿Qué pretende Falange Española de las JONS? Liberada de todas las falsificaciones, continuará su camino interrumpido por la guerra hace cuarenta años. Nuestra primera finalidad es desmontar el capitalismo privado sin caer en otro mal, el capitalismo de Estado. De Herodes a Pilatos, no. Al menos, no por nuestra voluntad, porque a la fuerza ahorcan. No creemos que nadie pueda defender a la sociedad en que vivimos, en la que, por poner un ejemplo muy simple, un hombre puede ganar en un momento, con una especulación afortunada, más que cien hombres con una vida entera de trabajo honrado.

En segundo lugar, pretendemos la organización de una sociedad sindicalista basada en el trabajo libre y no esclavo. Los sindicatos deben ser el instrumento mediante el cual la plusvalía, que en el régimen capitalista va a parar a los patronos y banqueros, y en el comunista, al Estado, vaya a manos de los trabajadores.

Pretendemos la revisión del concepto romano de propiedad todavía vigente. No creemos, como Proudhom, que la propiedad sea un robo, pero pensamos que muchas de las propiedades actuales son un robo. En la sociedad sindicalista, el capital debe ser un instrumento de trabajo. La propiedad, la gestión y los beneficios de las empresas corresponden a los trabajadores. Al capital, sólo un interés en función del riesgo. La economía debe ser regida por los sindicatos, reservándose el Gobierno sólo el arbitraje en esta materia. La Banca debe ser nacionalizada, pero regida por la cogestión de funcionarios de la Administración y empleados de la Banca, para evitar que sea refugio cómodo de políticos.

Queremos un nuevo modelo de vida, tan separado del consumismo capitalista como de la miseria estatista. Una España nueva, campesina y ciudadana, agrícola e industrial, basada en la libertad, la integridad y la dignidad del hombre, portador de valores eternos. Una España unida -España es, desde hace siglos, una unidad en la historia universal-; pero los pueblos de España deben y pueden tener autonomía dentro de la unidad y la solidaridad.
Defendemos la independencia nacional. España, hoy dependiente de una de las dos superpotencias que se disputan la supremacía mundial. La situación española nos expone desde hace años a los primeros golpes en una eventual conflagración nuclear. Sobre España se va a debatir la suerte de Europa. Si los rusos la dominaran, caerían de un golpe Italia, Portugal, Francia y Marruecos... y Alemania, emparedada, caería finalmente también. Los americanos lo saben y los rusos lo quieren.

Conviene que lo sepan también los españoles. Nos oponemos a que España sea el campo de batalla de dos imperialismos. Queremos una España independiente y libre de bases americanas e inglesas. Sólo si España fuera atacada debe aliarse con la potencia contraria a la que ataque. Nos evitaremos así, al menos, el ser la primera línea de una de las dos potencias.

No pretendemos la conquista del poder, sino su distribución. La única sociedad humana, según nuestra concepción, es la que se basa en la libertad de los hombres, no en el dominio de unos sobre otros. No queremos amos y esclavos, señores y siervos.
Revista "Opinión", diciembre 1976

miércoles, 15 de junio de 2016

La ruta de la República Sindical y Comunal de los trabajadores. (Parte II)



La emancipación de los trabajadores es misión de estos mismos, sin intermediarios estatales o ajenos al que labora día a día. A partir de esas dos bases conquistadas, se construye la República Sindical. Se volverá a tener un patrimonio capaz de crear una cooperativa de crédito lo suficientemente grande porque es sostenida por toda la población laboral. ¿No tiran de nuestras nóminas para “sanear” una economía devastada por el robo continuo del capital financiero y especulador? ¿No es esa la clave para sacar los miles de millones que van a “satisfacer” la sed de los mercados financieros? Pues imaginemos lo que es esa  aportación para atender a los intereses mismos de los trabajadores, una vez descontada, claro, la aportación fiscal para gastos corrientes del Estado. Pero que ese mismo Estado vea que la capitalización de los trabajadores, que va a nutrir esa banca sindical, tiene la ventaja de que es nacional, que tendrá la transparencia y el control democrático suficiente para que no se vaya a paraísos fiscales o a la especulación internacional. Esa es la meta declarada desde el principio por el Estado Sindical: que el capital, fruto del esfuerzo intelectual y manual de todos los trabajadores de España, no sea acumulado por manos ajenas al trabajo y sea dedicado al juego del  Monopoly  internacional y que tanto daño nos está causando. Se reinvertirá en ladrillo, como no, pero no como fuente de especulación. Y también en empresas competitivas, para lo que es necesario la tercera exigencia de los trabajadores: la reforma de la Enseñanza, una reforma profunda y definitiva alejada del modelo que plantean los neoliberales.

La clase burguesa tiene sus propios centros minoritarios y de excelente calidad educativa para ese número ínfimo de sus cachorros que van a heredar su posición de privilegio. Con eso les basta para asegurar su perpetuación en el poder. La enseñanza proveniente de fondos públicos se limita a asegurar una guardería obligatoria hasta los 16 años, y los curricula educativos de esos centros se adecuan a las escasas expectativas formativas y culturales de las clases humildes. Así de hipócritas han venido siendo las reformas educativas de los socialistas, pues no hay que olvidar que el más culto de ellos, el ministro de Economía  Carlos Solchaga nos condenó ya a ser, en el concierto de la UE, un “país de camareros”. Nosotros los nacionalsindicalistas, a los que tanto odiaba  Solchaga, tenemos más ambiciones para la clase trabajadora; y los estudiantes falangistas han de reclamar una calidad de la enseñanza, una FP que se deje de demagogias malévolas y que sea la suficiente para que nuestra industria puntera no se vea obligada a importar mano de obra del exterior, lo suficientemente formada. Ahí está el campo de lucha recurrente de la juventud estudiante falangista. Porque sin formación, no cabe hablar ni de empresas capitalistas ni de empresas autogestionadas.

Porque aquí no podemos caer en el error. No puede haber empresas autogestionadas por los obreros en el seno de una competencia capitalista, so pena de que aún funcionando bien, acaben siendo una pieza más del engranaje del sistema, y se comporten como cualquier patronal, como cualquier empresa capitalista. Es el caso de la Cooperativa Mondragón, que está en la mente de todos.
Se entiende que en una economía sindicalista revolucionaria, las aportaciones van de abajo hacia arriba, a una capitalización nacional. Imaginemos que se crea en la cúpula un Consejo económico y social, debidamente asesorado por especialistas,  y que ese capital, entendido como maquinaria y dinero, se reparte entre los consejos económicos y sociales que se distribuyen regionalmente, según el principio de subsidiariedad. Los municipios y comunas, agrupados libremente, democráticamente según confederaciones libres que pueden reanimar las comarcas como órganos vivos de representación y convivencia, acuden a ese Consejo, que ellos han elegido democráticamente entre sus componentes, para solicitar crédito y maquinaria para el proyecto en el que han trabajado, previa consulta con las ayudas y orientaciones del elemento profesional y especialista contratado por estos  Consejos Regionales.

Salvamos el principio joseantoniano de la propiedad sindical de los medios de producción, que siempre será atribuida a la representación nacional de ese gigantesco Sindicato de Productores en el que habremos convertido a España en lo económico. De esta manera, el capital y la maquinaria lo han recibido en alquiler, en usufructo, y esas empresas obreras habrán de destinar una parte de sus beneficios al pago por el alquiler de esa maquinaria hasta su amortización, que cuando se produzca bien se la pueden quedar o desecharla por obsoleta y alquilar una nueva al Consejo. Con estas aportaciones de abajo hacia arriba, se nutrirán los efectivos de capital de los consejos regionales y éstos a su vez habrán de restituir al Nacional lo que han recibido, descontando el monto necesario para su propia reserva de capital, para inversiones en su ámbito de actuación regional y local.

 Esto es una síntesis muy reducida del libro de Scwerkardt Más allá del capitalismo que responde a las exigencias de una democracia económica que queremos construir los nacionalsindicalistas.
De la misma manera la tierra es concebida por el nacionalsindicalismo como un capital, por lo tanto propiedad de la Nación, siendo el sindicato o familia que la cultiva, su usufructuario. El Consejo Económico y Social de la Nación española, acoge también en su seno la representación de las familias, que existe también en los consejos regionales, en orden a atender los ámbitos de interés nacionales o locales. De la misma manera serán representados los intereses de los colegios profesionales con los que se contará forzosamente para elaborar leyes que afecten a su profesión, no como ahora, que tienen que obedecer a políticos que no tienen ni idea de los ámbitos profesionales para los que están legislando. Completamos esa representación con los municipios, comarcas y regiones que podrán coordinar sus esfuerzos a nivel nacional para no entrar en fricción dentro de sus competencias exclusivas, y tener en cuenta acuerdos tomados entre todos, a nivel nacional.
Creo que esto es la representación verdaderamente orgánica que está en el ideario de  José Antonio. Habremos recuperado, entre el individuo y el Estado, esos cuerpos intermedios que recibirán el protagonismo democrático que les hace saberse miembros activos y constitutivos del Estado, como el Fundador quería y que tanta tradición han tenido en nuestra Historia. En la mejor.

Desahogado el Estado de la atención al día a día de la Nación que representa, porque los trabajadores, familias y entidades regionales y comarcales han asumido su propia soberanía  como elementos constitutivos de ese mismo Estado, podrá el presidente de la República, elegido para tal puesto por un período suficientemente largo, afrontar misiones de trascendencia en el ámbito universal, que requieren tranquilidad y una paz asegurada en la unidad de las tierras y  los hombres de España. Porque clases ya solo habrá una; la de los trabajadores.

Hago notar que la Revolución sigue una ruta, una serie de escalones que hay que afirmar, porque no se puede subir el de arriba sin haber superado el de abajo. En la culminación, el edificio de la soberanía económica, social y política que ha conquistado el pueblo español por sí mismo deja sin sentido y totalmente obsoleto el viejo parlamento inútil de la representación por partidos antidemocráticos y representantes de unos intereses bastardos, capitalistas, que ya habrán dejado de tener sentido ante la progresiva abolición de las clases sociales y de las odiosas diferencias que históricamente han dividido a los españoles. Dejando sin fundamento que sustente el cimiento del viejo edificio, es seguro su derrumbamiento; no por violencia, sino por indiferencia y olvido, como caen las cosas viejas y absurdas.

Pero la base por la que hay que empezar es por el sindicalismo. Sindicación obligatoria. Vuelta al patrimonio sindical único. No es pequeña la lucha que estos dos fines exigen. A ello.

Por Antonio Eduardo Pascual Martínez.

lunes, 13 de junio de 2016

La ruta de la República Sindical y Comunal de los trabajadores (Parte I)


Ante todo, quiero empezar por tener una visión de la realidad en su conjunto. Estamos viviendo un ataque frontal a los mínimos derechos de los trabajadores. No nos engañemos. Por debajo de las críticas abiertas a las subvenciones estatales a los sindicatos, de la crítica a los liberados, y demás, late la intención de ACABAR CON EL CONVENIO COLECTIVO. La reforma  rajoyana lo tiene muy claro; empezar a primar los convenios de “empresa” al margen de la negociación colectiva. Esto, unido al cese de la subvención a los sindicatos (mientras que nadie discute las subvenciones a las instituciones obsoletas e inservibles como las autonómicas, el enorme gasto inútil que supone el Senado o las cantidades de fábula que cobra un notario por firmar un papel) no quiere decir sino que los sindicatos van a desaparecer. El trabajador que en tiempos de crisis, tan provechosos para el capitalismo, quiera contratarse, tendrá que fiarse de lo “mal que van las cosas” para la empresa, que comprenda, que encima que le contratan, que tiene que venir los sábados y domingos por la mañana a trabajar, que de extras nada... Pero que hombre, todo se andará,  Rajoy nos sacará de la crisis y ya para entonces... Mañana. Y mañana llegará, y habrá más “mañanas”.

En definitiva, como el capital ve más ventaja en invertir en valores especulativos o poner sus activos en paraísos fiscales o en el mercado de futuros de Chicago, esos que especulan con cereales provocando millones de muertos de hambre en el mundo subdesarrollado, pues no invierte en nuevas tecnologías, que es lo que hace a una economía competitiva, y no los salarios de hambre, cuyo efecto inmediato es la caída de la demanda y por tanto nuevos cierres de fábricas de bienes de consumo. Eso el capitalismo no lo ve, porque es miope. Ve  que con el trabajo a nivel de la esclavitud, va a aumentar “la productividad”. Miente a sabiendas. La productividad del trabajador español es de las más altas de Europa (léase la plus-valía que le roba el capital) y las horas trabajadas también alcanzan las cotas más elevadas. Y nos las quieren aumentar, todavía.

Pero de este gran asalto a los derechos de los trabajadores, de esta derrota, tenemos que encontrar una oportunidad de salto adelante. Los sindicatos que nos representan han vivido hasta ahora de la subvención, después de haberse malgastado en francachelas y estafas (el Plan Social de Viviendas de UGT) y de haber recibido todo el patrimonio sindical de la Organización Sindical del anterior régimen. En resumidas cuentas, al comienzo de la transición CC.OO. era partidaria de la Unidad Sindical. Era lo que venían haciendo durante mucho tiempo, y se sabía, desde su creación por  Ceferino Maestúy  Narciso Perales, nuestro III Jefe Nacional. La Organización Sindical era la casa de todos. El patrimonio, común a partir de las cuotas de los trabajadores. Dentro de esta casa común, las elecciones sindicales venían haciéndose desde la pluralidad de las ideologías al respecto. Podían ganar en el sector del metal CC.OO., pero en el de taxistas, ganaban los nacional-sindicalistas, aunque estos se hartaron desde muy pronto de que el “glorioso” Movimiento sólo les utilizase para hacer de “tapón” para que no se llevasen los rojos el gato al agua, pero los nuestros con razón se quejaban de que no les permitían avanzar en Justicia Social según la doctrina joseantoniana; y vencer ahí precisamente a la ideología rival, a la marxista. Entonces se acuñaría eso de “superar a la izquierda para vencer a la derecha” que es sorprendentemente actual.

Viene la transición, y con ella esos de UGT que surgen de la nada, de una “clandestinidad” en la que nadie les había conocido. Fundan su flamante sindicato y están de acuerdo, contra el parecer de  Marcelino Camacho, en lo que llaman “libertad sindical” o pluralidad sindical. Cada uno por su lado. El patrimonio dividido. Y un patrimonio dividido, todo el mundo puede darse cuenta de dónde va a ir a parar al final. Después de los días de vino y rosas, la ruina. Y aparece “papá Estado”, con la subvención. Hasta que se acaba, claro. El Estado liberal-burgués no perdona. Y de quien de ajeno se viste, en la calle lo desnudan. O más poético, como en el cartel de la Auténtica: “La libertad y la dignidad no se regalan. Se conquistan”. Gran verdad.
Toda crítica a estos sindicatos vividores de la subvención y ajenos a las demandas y aspiraciones a la emancipación de los trabajadores debe estar muy clara de principio. Pero no nos debemos dejar engañar ignorando el fin último que se pretende que es dejarnos sin convenios, a merced del capricho de un cada vez más todopoderoso patrón capitalista. ¿Qué hacer entonces? ¿Cuál es el camino?

El Estado liberal-burgués nos da, a su pesar, ciertas armas que tenemos que sopesar, hasta para ir en definitiva en su contra. La Constitución o carta otorgada consagra el derecho del trabajador a sindicarse. Punto. Sindiquémonos. Pero lo haremos con la vista puesta en algo que funcionó antaño, en la Organización Sindical, casa común de todos los sindicatos y sectores de la producción. Hasta un economista liberal, tan poco sospechoso de simpatías hacia el nacionalsindicalismo, como  Juan Velarde, reconoce, que al final del anterior régimen, había alcanzado un monto de capital tan importante que hubiese sido posible entonces, si la unidad no se hubiese venido abajo, fundar una suerte de BANCA SINDICAL. Con la Banca Sindical, empresas obreras autogestionadas. Ya  la enseñanza profesional para técnicos de alto nivel estaba en las Universidades laborales, y centros de Formación Profesional. De las universidades de enseñanza superior, ya dijo  Girón que eran “La primera fábrica de la Nación”… Sintomático. Dotando de personal a una economía planificada a largo plazo (como quería Julio Anguita, por cierto, planificación de la economía en armonía con la Constitución actual). Ya  antes  Girón había tratado de convertir a las cajas de ahorros en ese calcetín de ahorro de los trabajadores y le costó el ministerio, y la sentencia de muerte definitiva para la revolución falangista. De hecho, si en ese momento rompe con Franco, sería el héroe de la Falange. Indiscutiblemente. Pero prefirió otras “lealtades” y otras subvenciones, mientras el sueño falangista sucumbía inerme ante las ansias capitalistas liberales de los cachorros tecnócratas del mayor enemigo que haya tenido la Falange: el Opus Dei. Su régimen, inaugurado en 1958, tiene su continuidad hoy en día. Pero volvamos al inicio del camino, que nos estamos fijando demasiado en el horizonte, aunque sea pasado, y con consciencia de que no es ni peso ni traba, sino afán de emular lo mejor.
Estamos hoy en día reclamando la sindicación como derecho constitucional. Pero como los sindicatos deben tener independencia del Estado para su vigencia económica, la sindicación ha de ser obligatoria, como lo es en los países de nuestro entorno. Anda, ¿Y eso por qué? Nos dice un liberal de  Intereconomía, ilusionado con la primera proposición pero enfadado con la segunda. Pues porque –respondemos nosotros amablemente– lo mismo que en la legislación económica liberal está penado el dumping o competencia desleal, lo mismo ha de acontecer en lo que respecta al “mercado” de trabajo. Un trabajador no sindicado compite a la baja con nuestros salarios, aunque solamente sea desde el aspecto en el que no paga cuota. Así es como han razonado en los países de nuestro entorno capitalista, como en EE.UU., donde la empresa ha de pedir empleados a los sindicatos, cuando quiere contratar. Aquí hay que estar todos a las duras y a las maduras, señores liberales.

Nuestra revolución ha de empezar aceptando y diciendo que sí a todo cuanto de negativo se ha venido diciendo de los sindicatos. Pero no para su destrucción final, que es lo que quieren los liberales, sino más bien para reclamar la sustitución del modelo sindical por el más adecuado a los países de nuestro entorno, que tienen prácticamente la sindicación obligatoria para todo el que pretenda un contrato de trabajo. Eso lo primero. Lo segundo, la Unidad Sindical. Habrá que empezar de nuevo a capitalizar las aportaciones de los trabajadores para la formación de un nuevo patrimonio sindical que ese sí que no nos dejaremos arrebatar, como el anterior.

Por Antonio Eduardo Pascual Martínez. Antiguo militante de FE-JONS (Auténtica)
Patria Sindicalista número 23.

domingo, 12 de junio de 2016

Ceferino Maestú: Trayectoria de un enamorado de la revolución


Las épocas decadentes se caracterizan, entre otras cosas, por una tendencia exagerada a lo resumido, a lo breve, a lo esquemático, a lo reducido, a lo simple.  Y  eso también se nota en el periodismo en detalles como el de la degeneración de la entrevista clásica y su habitual sustitución por un simple cuestionario… Una entrevista es otra cosa, y desde que hablé con  Ceferino Maestú a principios de marzo quise hacerle una verdadera entrevista para PATRIA SINDICALISTA. Con un simple cuestionario no sólo habría demostrado un cierto desinterés —y desde luego si algo despierta en mí  Ceferino Maestú  no es precisamente eso—, sino que habría desmerecido su cordialidad no correspondiéndole en la medida de lo que sería justo, y más teniendo en cuenta que su profesión ha sido siempre precisamente la de periodista, no pudiendo yo considerarme tal de ninguna manera. En la verdadera entrevista no se puede uno limitar a reproducir frases textuales, siempre inevitablemente descontextualizadas aunque sea sólo en parte, sino que lo verdaderamente importante consiste en ser escrupulosamente fiel a la esencia del pensamiento expresado y de la personalidad del entrevistado. Eso sí es una entrevista.
Con una agilidad mental envidiable —a sus casi 89 años—, cuando le llamé me reconoció en el acto, y eso pese a que habíamos hablado anteriormente únicamente un par de veces a raíz de la publicación de mi libro  Manifiesto Sindicalista en 2007. Quedamos junto al monumento al “Plus Ultra” de la madrileña plaza de Moncloa, y allí estaba ya esperándome, cartera en mano, a las nueve en punto de la mañana, con esa puntualidad exquisita propia de las personas serias y educadas que saben perfectamente que hacer esperar a alguien es siempre, consciente o inconscientemente, una desconsideración, un menosprecio. En las épocas decadentes también se olvidan con demasiada frecuencia estas cosas…
Decir que fue para mí un placer charlar con  Ceferino Maestú durante más de una hora y media —¡ojalá hubiera podido disponer de más tiempo!—, sería decir poco. Fue un placer, sí, pero más que eso fue un auténtico privilegio, un honor. El lugar en que nos reunimos, ahora dedicado a un conocido pintor extranjero y antaño refugio de conspiradores —ese cáncer tantas veces mortal en cualquier colectivo humano—, resultaba agradable para una conversación tranquila e interesante que, tras regalarme un par de interesantísimos libros suyos recientes que no tenía, iniciamos hablando de… ¡astrofísica!, ya que sobre ese tema —prácticamente desconocido para mí— acaba  Ceferino de terminar un libro. No termina sin embargo de ser publicado ese otro libro que hace tiempo cedió a una asociación con ese fin:  Los enamorados de la Revolución. Historia de la CNT  y la Falange en la II República española. Muchos ansiamos desde hace años poder leer ese título. Y es que la Falange de  Ceferino es la de los que él llama, con intención ilustrativa, “los falangistas rojos: Manuel Mateo, García Vara, Matorras, Matías Montero, Juanito Orellana, Álvarez de Sotomayor.  Todos ellos y otros muchos, por igual, fueron rojos, rojos y luego falangistas rojos, con el abrazo de José Antonio Primo de Rivera. Los mataron a todos y,  al menos, no vieron lo que vino después”.

Yo le pregunto por él y la gente de su generación, los nacidos entre 1920 y 1935 —los  niños de la Guerra—, que él considera la generación perdida, y es que no le falta razón cuando expone su tesis: eran demasiado jóvenes cuando estalla la Guerra Civil, vivieron el franquismo en un estado de permanente frustración (política, sindical), y cuando llega la  transición ya eran demasiado mayores como para protagonizar nada y,  por si eso fuera poco, eran estigmatizados cuando en realidad, como bien dice  Ceferino, “eran una gente estupenda…”  Yo  siempre he pensado que los hombres de su generación hicieron mucho más por España y por los trabajadores de lo que algunos creen, incluidos ellos mismos, pero  Ceferino no puede dejar de  mostrar su decepción por haberse malogrado una ocasión histórica para hacer una verdadera Revolución.

Me cuenta  Ceferino cómo descubrió la Falange en  Vigo con apenas quince años: “Cuando aún sufría el vivo recuerdo del asesinato de mi padre, por los moros de Franco, seguía preocupado por todos aquellos problemas sociales y no sólo políticos que habían provocado cuanto sucedió (…). Cierto día, supe de un acto público de los falangistas, en el cine  Tamberlik, y fui, por curiosidad. Busqué un sitio desde el que pudiera ver y oír sin ser visto. Aquello me sorprendió porque los oradores hablaban de Revolución, de Justicia Social.  Y,  al reaccionar el público con aplausos, Jesús Suevos gritó: “En la Falange no queremos aplausos. Camaradas: ¡Arriba España!”.  Sinceramente, aquello fue un revulsivo emocional para mis quince años y,  después de pensarlo mucho, me metí en el SEU de Falange Española de las JONS”. Después me explica cómo aquello terminó en una enorme frustración, cómo se fue voluntario a la Guerra, cómo los militares —la Guardia Civil en particular— trataron de obligar a su Bandera falangista a asesinar prisioneros en  Teverga, cómo su Jefe de Escuadra,  Francisco Moyán —luego caído en Gandesa—, les reunió a todos para decirles: “Yo no he venido para asesinar y me voy”.  Y  no se fue él solo precisamente... Ceferino pidió entonces a su madre que lo reclamara, aprovechando que era menor de edad, y así no tuvo que volver a enfrentarse a esa barbaridad que es siempre la guerra, y más una guerra civil.

Curiosamente sería el famoso sacerdote jesuita  José María de Llanos, con el tiempo destacado activista comunista, pero entonces firme partidario de la Revolución Nacional-sindicalista, quien reintroduciría a  Ceferino en el falangismo, aunque tuviera que ser a través del Frente de Juventudes —FE de las JONS ya había sido secuestrada legalmente en 1937 con el famoso Decreto de Unificación— y para crear después la centuria universitaria “Iñigo de Loyola”.  Y aquí arranca una etapa apasionante en la vida de Ceferino: “Así, tuve que reasumir el encuentro con aquellas antiguas convicciones y leí, pensé y defendí no lo que estaba haciendo Franco, sino lo que José  Antonio Primo de Rivera había querido hacer. Conocí, entonces, a falangistas extraordinarios como Narciso Perales, palma de plata de José  Antonio; Carlos Ruiz de la Fuente, Secretario nacional de la  Vieja Guardia, y Patricio González de Canales, que había sido de todo y bien, hasta del complot para matar a Franco, y a muchos más que no desmerecían de ellos”. Desde luego le cambia el semblante cuando evoca el recuerdo de esos falangistas por los que parece sentir más que admiración, devoción incluso… Es imposible, al oírle, porque uno no puede dejar de ser humano y falangista, no sentir a través suyo algo parecido.

La Falange que evoca  Ceferino, no lo puedo ocultar,  es la Falange que a mí más respeto y admiración me merece.  Y  es que es obligado reconocer que en la Falange han confluido tendencias muy diversas y hasta en buena medida opuestas.  Y  esto se refleja claramente en una anécdota que  Ceferino me cuenta con detalle y que en sus memorias,  La vida que viví con los demás, también desvela: antes de las elecciones de febrero de 1936  José Antonio Primo de Rivera encarga a  Carlos Juan Ruiz de la Fuente que asista a un mitin de  Gil Robles en el Cine Madrid, que tome nota de lo que dice, y que se presente en la Jefatura Nacional para informarle; cuando regresa está reunida la Junta Política y  José Antonio  le hace pasar y exponer ante todos lo que ha dicho  Gil Robles; tras ello él hace ademán de irse y el propio José  Antonio le dice que no, que se quede, pues lo que están tratando en ese momento es de su interés; se trataba de decidir si la Falange debía unirse precisamente al grupo de Gil Robles o no, y había un enfrentamiento directo y muy duro entre  Raimundo Fernández Cuesta,  José María  Alfaro y  Rafael Sánchez Mazas por un lado —firmes partidarios de esa unión—, y el propio  José Antonio,  Manuel Mateo y  Julio Ruiz de  Alda por otro, quienes rechazaban tajantemente esa posibilidad; la discusión fue subiendo de tono y,  cuando terminó y salió  Carlos Juan de allí, su convicción era la de que FE-JONS estaba a punto de sufrir su tercera escisión en menos de tres años, algo que no llegaría a suceder por la precipitación posterior de acontecimientos.

Me cuenta  Ceferino su paso por el Círculo “José  Antonio” —de donde se puede decir que prácticamente le echan a causa de lo incómodo de sus posiciones—, el inicio de su “periodo de predicación rebelde y de militancia social activa”, cómo se gestaron las magníficas “charlas de la Ballena Alegre” —la mayor y mejor aportación doctrinal al Nacional-sindicalismo tras la muerte de José  Antonio y seguramente incluso hasta el día de hoy— en los años sesenta y cómo nació la idea de la revista  Sindicalismo, siempre con las limitaciones y los problemas que el Régimen ponía a todo lo que no controlaba. No puede evitar  Ceferino recordar con tristeza cómo  Mariano Sánchez Covisa provocó un incidente que sirviera de excusa para prohibir las “charlas de la Ballena Alegre”, o cómo  Manuel Fraga —sí, sí, el demócrata de toda la vida que, como algunos otros, tan bien supo reciclarse durante a transición en demócrata y tolerante de toda la vida— censuró y terminó prohibiendo la publicación de la revista  Sindicalismo. Lo recuerda con tristeza, sí, pero en su expresión no se ve rastro alguno de odio y me atrevería a decir que ni siquiera de rencor.  Es lo que les pasa a los católicos convencidos y a las buenas personas —¡y qué decir cuando en una misma persona confluyen las dos cosas! —, que no tienen ni tiempo ni ganas para esas miserias humanas.  Y  yo me alegro de que haya gente así, porque contribuyen a dignificar con su ejemplo el Nacional-sindicalismo que otros —los menos, sí, pero siempre los más llamativos— han manchado tanto.

Repasamos su papel, desde la UTS, en las nacientes Comisiones Obreras —lo que le supondría conocer la hospitalidad carcelaria franquista— y cómo él y otros católicos y falangistas terminaron fuera de ellas cuando el Partido Comunista de España  se hizo con el control total de ellas; hablamos de cómo la transición política tuvo su equivalente sindical con unos sindicatos financiados desde el exterior, con una UGT  que sólo quería ser correa de transmisión del PSOE y que dinamitó la posible unidad sindical, una Constitución que oficializa en cierta forma los sindicatos para dar pie a la subvención y su consiguiente control —“si no les financian los trabajadores, sino los empresarios, el Estado, las Comunidades  Autónomas y los  Ayuntamientos, entonces los trabajadores nunca les controlarán; es el que les subvenciona el que les controla”, afirma rotundo  Ceferino—; el fracaso de su última aventura sindical, la CTI…

Ceferino es muy escéptico con las generaciones actuales, pues piensa que su materialismo les imposibilita pensar en nada que vaya más allá de sus narices y sus egoísmos individuales, y que eso dificulta mucho la labor sindical en el siglo XXI, y por ello, aunque él piensa que sólo cuando la crisis muestre toda su crudeza el pueblo será capaz de pensar que quizá fuera necesaria una verdadera revolución, aún no ve cerca el momento. Las condiciones no son aún suficientemente determinantes, y a su edad él considera que ya sólo puede hacer una cosa: “escribir para ir sembrando”. Y es que es verdad que, por mucho que madure la fruta, si no hay nadie que ponga el cesto la fruta se perderá en el suelo; si no se siembra la Revolución, nunca será posible hacerla. Pero él, que desde luego bien pudiera haber servido de modelo a  José Antonio para inspirarle su concepto de los “inasequibles al desaliento”, aún así no duda en decir que “ahora, a mis 88 años, sigo pensando que el sistema capitalista y su régimen de relaciones laborales es injusto y creo que hay algo que hacer”. Somos muchos los que pensamos que hay algo que hacer,  Ceferino, muchos más de lo que parece…

Entrevista realizada por Jorge Garrido. Patria Sindicalista. Abril de 2009.

sábado, 11 de junio de 2016

Vuelve Junta Sindicalista.

Tras un largo periodo de inacción Junta Sindicalista ha vuelto a la actividad. Junta Sindicalista finalizó su actividad militante tras incorporarse a las filas de Falange Española de las JONS con el objetivo de fortalecer el nacionalsindicalismo y ayudar a crear una verdadera alternativa patriótica y revolucionaria. Nuestros miembros, integrados en dicha organización, han colaborado activamente para difundir las consignas falangistas a todos los sectores de la sociedad española, pues es necesario despertar al pueblo español del letargo que sufre y lanzarlo a las más altas conquistas históricas.

Nuestros militantes siguen bajo la disciplina de FE-JONS, reforzando el movimiento nacionalsindicalista y combatiendo por un orden sindicalista que libere a la Patria de la oligarquía capitalista que la empobrece, explota y divide. La reactivación de Junta Sindicalista tiene como objetivo ser una plataforma de difusión ideológica que haga llegar nuestro mensaje al pueblo español y a todo joven patriota que sienta en sus entrañas el dolor de España. Queremos ser un centro de estudios que fortalezca el ideal nacionalsindicalista y lo ajuste a la problemática de nuestro siglo. La difusión ideológica y cultural es uno de los frentes en los que hay que luchar sin descanso, creando contra-hegemonía y sembrando en los españoles los ideales de sacrificio, valor, lucha y justicia que representa nuestro ideal.

Nuestro objetivo será difundir todo mensaje, texto, conferencia y consigna que sirva para fomentar el debate teórico y rearmar doctrinalmente a las juventudes falangistas, así como servir de biblioteca y ayuda a toda aquella persona que se interese por nuestra cosmovisión. La única forma que existe para transformar la realidad es reorganizar y fortalecer las filas de Falange Española de las JONS y sus organizaciones sindicales. Pero para ello hay que poseer conocimiento doctrinal que nos permita llevar una línea clara y fija que nos guíe hacia la conquista de nuestros objetivos.

Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario.