viernes, 26 de diciembre de 2014

Frente a la reacción: Reforzar el nacionalsindicalismo revolucionario.

El Nacional-Sindicalismo no es una doctrina de salón ni es vacua palabrería, es una doctrina revolucionaria cuyo objetivo es eliminar el imperante orden burgués y construir un Estado de carácter sindical e hispánico. El verdadero militante nacional-sindicalista debe estar atento y combatir si es necesario y cuando sea preciso a todos aquellos supuestos “camaradas”que corrompen nuestra doctrina, transformando a ésta en un chovinismo burgués de corte derechista.

Este giro a la derecha castra toda posibilidad revolucionaria, convirtiéndonos en los guardianes del sistema, en los sirvientes del capital. Estos pseudorevolucionarios intentarán convencernos con palabras abstractas y nos hablarán de conspiraciones; nos dirán que debemos defender la propiedad privada, aunque sea ilícita, nos mostrarán las bondades del empresariado y del capitalismo, maldecirán todo movimiento de carácter popular que nazca de nuestro propio pueblo, que ha decidido manifestarse, e incluso achacarán todos los males del país al inmigrante, aunque éste sea una victima más del sistema al igual que nosotros.

Debemos plantar cara a estos supuestos patriotas, desenmascarando sus mentiras y desmontando sus falacias. Nuestra obligación es defender el verdadero carácter de la doctrina nacional-sindicalista frente a la reacción, hacerles ver que somos sus más implacables enemigos y que nuestro espíritu revolucionario no claudicará ante nada ni nadie.

Sólo si depuramos nuestras filas y nos deshacemos de los sectores derechistas, podremos poner en marcha un proceso revolucionario y llevar al pueblo español a la victoria en todos los campos en la que ésta sea requerida, frente a todos los poderes económicos y financieros que nos oprimen. Por eso, convencidos hoy día plenamente de nuestra tarea y de su realización, decimos alto y claro: ¡Fuera la reacción! ¡Viva la revolución!


Fernando Roldán "Dardo".

miércoles, 24 de diciembre de 2014

¡Hay que hacer la revolución!

España se encuentra desde hace siglos fuera de sí misma. Los españoles venimos aguantando el peso de la historia como si de arrastrar una losa se tratara. Dejamos de liderar la historia para someternos a ella de una manera cruel. Las diferentes potencias extranjeras nos arrebataron los mandos de dirección para mantenernos en un segundo plano, siendo el pueblo español condenado durante un largo periodo de tiempo a olvidarse de sí mismo y de todas las conquistas a las que se pudiera aspirar.

Durante siglos, la nación española no ha estado, no ha existido, no se la ha tenido en cuenta en los destinos históricos a los que el mundo se enfrentaba y se sigue enfrentando. Quedamos apartados, amordazados, sin voz ni voto. Desde la llegada de los Borbones, ya las diferentes potencias extranjeras controlaban la vida española interfiriendo en su destino militarmente. No era el pueblo sino los extranjeros los que decidían quién gobernaría nuestra nación. Fueron estos monarcas los que vendían la tierra española para afianzar sus posiciones de gobierno. El pueblo no, el pueblo no podía hacer nada, estaba callado, resentido en su destino trágico de rendición. Y de esta manera siguieron pasando los años, la nación española seguía apartada de la hora histórica, mientras que las demás potencias tomaban el papel de directoras universales.

Frente a todo esto, los españoles seguían manteniéndose fieles a ellos mismos, y lo vimos cuando el pueblo se organizó en juntas para combatir al invasor francés, pero no fue suficiente. El español, iluso, vuelve a caer en la trampa. No se aprovecha esta situación para reafirmarse como pueblo y como nación sino que se vuelve a restaurar la monarquía borbónica y a seguir reprimidos históricamente. Comienza un siglo convulso en donde se imponen las ideas liberales. El español confuso cree en los derechos abstractos que el liberalismo trae, cayendo también en la confusión de los partidos políticos, que dividen al pueblo en batallas estériles. Siguen pasando los años y el español no se encuentra. Ha caído en un círculo vicioso donde se cree libre al votar a los que luego ejercerán de gobernantes.

Todo cambia cuando llega la Segunda República. Este aire nuevo prometía el cambio. Los españoles salen a las calles bajo dos banderas, la nacional y la social. Esta nueva situación podía traer a la nación la reafirmación histórica. Pero pronto todo esto queda en el olvido. La situación sigue siendo exactamente igual. Ni ambición nacional ni justicia social. Los gobernantes hacen todo lo posible para que esta felicidad del pueblo unido quede en la situación más desastrosa. Comienza la hora revolucionaria en España.

La juventud nacional se organiza frente a la época de decadencia. Llegan las revoluciones a los diferentes países europeos, pero en España la situación es diferente. Ni revolución nacional ni revolución social. Con la llegada de la dictadura se produce el final de las aspiraciones revolucionarias de la juventud. Después de la dictadura, el pueblo español cae de nuevo en los derechos abstractos y en las batallas electorales. Vendidos a los intereses económicos extranjeros, a las grandes multinacionales y a la gran banca privada, los españoles seguimos quietos, amordazados, apartados del pulso histórico actual, sin aspiraciones a nada, seguimos engañados por los poderes democráticos, burgueses y liberales, mientras éstos afianzan sus posiciones de privilegios.

Y ahí estamos. Con un futuro incierto y lleno de malos presagios. ¿Qué hacer? Lo primero es formar a la juventud en el ámbito político y de militancia. Se necesitan masas juveniles dispuestas a pelear por la nación y por la justicia social. Debemos agrupar a la juventud para la tarea de nuestra hora histórica. La juventud debe guiar al pueblo español a acabar con siglos de decadencia. Tenemos que recuperar los valores hispánicos que devuelvan la fe a un pueblo que deambula sin rumbo hacia la desintegración de sí mismo. Por eso hoy día, ante todas las dificultades que se nos presentan, firmes, orgullosos y decididos, decimos sin resignación y sin cobardía: ¡Hay que hacer la revolución!.


sábado, 6 de diciembre de 2014

Patriotismo revolucionario vs nacionalismo burgués.

1. NACIONALISMO Y EL PATRIOTISMO

El nacionalismo es un individualismo, un egoísmo, que lleva implícito una pretensión de imposición de unas naciones sobre otras. Somos patriotas, en su doble dimensión, como valor solidario y como valor revolucionario. En cuanto valor revolucionario es una estrategia de lucha contra el imperialismo capitalista. Como valor solidario es un elemento que se encuentra perfectamente entramado dentro del humanismo fundamental de nuestro esquema ideológico.

El patriotismo es, ante todo, un sentimiento de solidaridad de unos hombres con otros, de unos pueblos con otros, dentro del marco concreto de una nación. No es una solidaridad sobre una base genérica (la humanidad y la fraternidad universal), sino sobre otras concretas y reales. Es una solidaridad que surge de hacer frente varios pueblos a una problemática común, lo que nos lleva a una acción conjunta y a forjar un destino colectivo único.

Una nación es, pues, una comunidad de pueblos a los que unas necesidades históricas comunes les llevan a una acción conjunta, a relacionarse y a proyectarse al exterior en la historia como un único elemento. Ello se consolida con el transcurso del tiempo en una estructura económica, cultural, política y social común, que existe conjuntamente con la propia de cada uno de los pueblos que componen esa unidad superior.
La expresión dinámica de éstos proyectándose en la historia como una comunidad de destino es lo que nosotros entendemos por Patria. Esta expresión dinámica se concretiza en cada momento en la realización de una tarea o misión histórica determinada.

El verdadero patriota es un hombre consciente:

a) De que una nación no se origina en la mera existencia de una base social o territorial común -nacionalismo-, sino en una necesidad que conlleva una acción, tarea común a realizar y que justifica esa unidad. La gran tarea que los nacional-sindicalistas proponemos hoy como ayer a la comunidad nacional, es el desmontaje del capitalismo, convirtiendo a España en un foco de proyección de una opción social humanista.

b) En la medida en que una nación tiende a ser una comunidad de pueblos, el total respeto a las características de todos y cada uno de ellos -culturales, lingüísticas, legislativas y ejecutivas- es condición indispensable para la propia coherencia y riqueza de la Patria.

c) A partir del concepto dinámico del origen y desarrollo nacional que nosotros asumimos, somos conscientes de que el término de Patria debe proyectarse a comunidades cada vez más amplias (de España a Europa o Iberoamérica, etc.), de forma que a largo plazo PATRIOTISMO Y SOLIDARIDAD HUMANA UNIVERSAL DEBEN TENDER A CONFUNDIRSE, a medida que los pueblos sometidos a una problemática común se amplíen en círculos cada vez mayores.

2. EL PATRIOTISMO: ARMA DE DOBLE FILO

No cabe duda de que el patriotismo, entendido como sentimiento de solidaridad de unos hombres con otros, de unos pueblos con otros, es capaz de movilizar a estos mismos hombres en una acción conjunta de una potencia increible contra todo aquello que ataque esta unión solidaria, tanto desde fuera como desde dentro. Precisamente por esto creemos que ningún planteamiento revolucionario puede pasar por alto este elemento de movilización popular de una importancia primordial tal como la historia se encarga de demostrar (Cuba, China, Vietnam).

Sin embargo, el patriotismo, como prácticamente cualquier otra cosa de este mundo, es un arma de doble filo que puede ser utilizada como medio para la perpetuación de la injusticia tanto como instrumento de liberación ante esta misma explotación. Pero, sea de una forma o de otra, es un elemento de una importancia fundamental en cualquier planteamiento estratégico.

2.1. El patriotismo desde la derecha.
Desde la derecha este sentimiento de solidaridad ha sido utilizado para ayudar al mantenimiento de la injusticia y de la opresión. El "bien de España", identificado con el bien de la clase dominante, ha servido para acallar la lucha del pueblo, PARA REPRIMIR HUELGAS, PARA APRETARNOS EL CINTURON y hasta para exigir nuestras vidas en guerras que en muchas ocasiones nada tenían que ver con el interés de la comunidad nacional y sí con el beneficio de la oligarquía en el poder.
Pero si esto ha sido así en multitud de ocasiones ha sido porque precisamente la derecha ha sido consciente desde el primer momento de la importancia del patriotismo dentro del contexto social. Por esto ha intentado siempre monopolizarlo para conseguir una doble finalidad: por un lado, ocultar la opresión y la injusticia bajo el nombre del supremo "interés nacional" y, por otro, esterilizarlo para evitar su uso por organizaciones revolucionarias que -partiendo de la identificación del interés nacional con el interés y bienestar de los hombres y pueblos que lo componen utilizaran el patriotismo como un valor revolucionario para desbancar al capitalismo y a todo tipo de explotación de unos sobre otros.

2.2. La opción revolucionaria.

El patriotismo es un valor revolucionario porque en cada momento lleva implícito, junto a este sentimiento de solidaridad, otro muy claro de independencia nacional. Este impulsa a las naciones dependientes al anticapitalismo, puesto que bajo el capitalismo no hay independencia posible, sino aumento de la dependencia cultural, económica y tecnológica (la condena al subdesarrollo permanente).

Por supuesto, no podemos confundir la independencia con la insolidaridad en ningún momento. La independencia se basa en el principio del derecho de toda comunidad al autogobierno en los asuntos de su competencia interna. La insolidaridad es el predominio del egoísmo e interés particular de una comunidad en las relaciones con los demás. La insolidaridad dentro de las relaciones internacionales da lugar al imperialismo capitalista y la independencia a la lucha contra ese mismo imperialismo.
El carácter nefasto del imperialismo es evidente, se mire desde donde se mire: provoca la castración cultural de los pueblos, la exportación de plusvalías del trabajo nacional y el analfabetismo tecnológico.
La mera aplicación de tecnología americana -con fuerte utilización de capital y poca mano de obra- da lugar, al aplicarse a un país como España -con más mano de obra que capital-, a fuertes desequilibrios económicos.
Frente a esta colonialización castrante contra el capitalismo, el patriotismo es una verdadera y mortal arma revolucionaria.

Texto sacado del libro "Una brecha para la revolución en España" de Javier Morillas.